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Los alimentos ultraprocesados anulan las señales de saciedad y fomentan el consumo excesivo

Un estudio afirma que los alimentos ultraprocesados anulan las señales de saciedad y fomentan el consumo excesivo

Científicos advierten que la combinación de azúcar, grasa y sal en los ultraprocesados estimula el apetito de forma artificial. Según el estudio citado por Spencer Hyman y Tim Spector, estos productos alteran las señales naturales del cerebro que indican saciedad, generando un consumo desmedido y aumentando el riesgo de obesidad y enfermedades metabólicas.

Expertos en nutrición revelan cómo la industria alimentaria utiliza ingeniería sensorial para crear productos irresistibles. A través del llamado “Punto de Felicidad”, los ultraprocesados logran que el cerebro ignore las señales de saciedad y mantenga el deseo constante de comer.

Los alimentos ultraprocesados se han convertido en protagonistas de la dieta moderna, pero su éxito comercial no es casual. Detrás del sabor adictivo de una galletita, una gaseosa o una hamburguesa industrial hay una ingeniería diseñada para estimular los sentidos y prolongar el deseo de comer. Así lo explicaron Spencer Hyman, cofundador de Cocoa Runners, y Tim Spector, profesor y científico especializado en salud intestinal y nutrición.

Ambos investigadores coincidieron en que el atractivo de estos productos se apoya en una predisposición biológica humana: desde el nacimiento, las personas buscan el azúcar, la sal y la grasa. “El primer alimento que probamos, la leche materna, es naturalmente dulce y contiene lactosa, una fuente vital de energía. Esa preferencia nos acompaña toda la vida”, señaló Spector.

Sin embargo, la industria alimentaria aprendió a explotar esa inclinación natural mediante una combinación precisa de ingredientes y texturas. El resultado es un producto que provoca placer inmediato, pero interfiere con los mecanismos internos de control del apetito.

El “Punto de Felicidad”: la fórmula del deseo infinito

Hyman explicó que este fenómeno se conoce como el “Punto de Felicidad” (Bliss Point), un concepto creado en los años sesenta por el científico Howard Moscowitz. Consiste en encontrar el equilibrio exacto entre azúcar, sal y grasa que desencadena la respuesta más placentera posible en el cerebro. “Definitivamente, las empresas diseñan productos para que comamos más, sin darnos cuenta”, afirmó el experto.

Según Spector, este diseño tiene consecuencias directas sobre la salud. “El punto de felicidad actúa como un engaño químico: las proporciones de grasa, azúcar y sal inhiben las señales de saciedad del cerebro, lo que lleva a comer en exceso y favorece el desarrollo de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares”, explicó.

Este mecanismo, añadió, no existe en la naturaleza. Ningún alimento natural reúne de manera simultánea altos niveles de esos tres componentes. “Los ultraprocesados crean una experiencia sensorial que el cuerpo no puede interpretar correctamente, por eso la sensación de satisfacción tarda en llegar, o no llega nunca”, apuntó.

La velocidad del consumo también juega un papel determinante. Los productos ultraprocesados suelen deshacerse con facilidad en la boca, reduciendo el tiempo que el cerebro necesita para registrar la saciedad. “Las personas que comen rápido tienden a presentar más problemas metabólicos. Y estos alimentos están diseñados para ser ingeridos rápidamente”, advirtió Spector.

El sabor como herramienta de manipulación sensorial

En su análisis, Hyman distinguió entre “gusto” y “sabor”: el gusto es una reacción instintiva, mientras que el sabor es una experiencia más compleja que involucra el olfato y la memoria sensorial. “Los ultraprocesados se centran en el impacto inmediato del gusto, pero sacrifican la riqueza aromática. Si un alimento no tiene profundidad ni persistencia, probablemente esté manipulando tus sensores gustativos”, explicó.

El experto propuso un experimento sencillo para comprobarlo: taparse la nariz al comer un trozo de chocolate o una hoja de menta. Sin olfato, la percepción del sabor desaparece casi por completo, lo que demuestra que el placer que generan los ultraprocesados es superficial y fugaz.

En cambio, los alimentos artesanales —como el pan de masa madre, el café recién molido o el chocolate amargo de origen— ofrecen una “ola de sabor” más duradera y compleja, que requiere atención y tiempo para apreciarse. Para Hyman, ese es el punto de partida para recuperar una relación más saludable con la comida.

Reeducar el paladar y recuperar el control

Frente a este escenario, tanto Hyman como Spector propusieron una estrategia de resistencia: reeducar el paladar. Comer despacio, saborear cada bocado y aprender a reconocer los matices del sabor son hábitos que ayudan a restablecer la conexión natural entre el cuerpo y la comida.

“Saborear la comida en lugar de tragarla rápidamente permite que el cerebro reciba las señales correctas de saciedad”, indicó Hyman. Spector complementó la idea al recomendar la práctica de la alimentación consciente, que consiste en observar el plato, analizar su composición y prestar atención a la experiencia sensorial del comer.

Ambos expertos coincidieron en que recuperar la sensibilidad del gusto es una forma de defensa ante la homogeneización alimentaria. “El sabor real no puede ser replicado por la industria, por más aditivos o tecnología que utilice”, concluyó Hyman.

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