Tragedia en los Andes: Vuelo y Accidente que Marcaron a Uruguay

Un fatídico vuelo que llevaba al equipo de rugby Old Christians Club de Montevideo hacia Santiago, Chile, se convirtió en una tragedia en los Andes. Los detalles del vuelo y el devastador accidente que sacudió a Uruguay.
Origen del vuelo
El viaje estaba programado para ser una emocionante excursión deportiva desde Uruguay hasta Chile. Los miembros del equipo de rugby Old Christians Club se habían estado preparando para enfrentar al equipo de rugby Old Boys Club en Santiago. Para llevarlos a su destino, el presidente del club, Daniel Juan, tomó la decisión de contratar un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, un doble turbohélice Fairchild FH-227D.
El vuelo tenía a bordo un total de 40 pasajeros, incluyendo a los jugadores de rugby y sus amigos y familiares, junto con 5 miembros de la tripulación. Uno de los detalles impactantes de este vuelo es que el rugbista Gilberto Regules perdió el vuelo inicial, pero una cancelación de último momento permitió a Graciela Augusto de Mariani comprar un asiento, permitiéndole asistir a la boda de su hija mayor.
El viaje partió del Aeropuerto de Carrasco el 12 de octubre de 1972. Sin embargo, un frente de tormenta sobre la cordillera de los Andes los obligó a realizar una escala en Mendoza, Argentina, durante la noche. La decisión de no tomar la ruta directa a Santiago, que requería cruzar las montañas a altitudes cercanas al techo operativo máximo de la aeronave, condujo a la elección de una ruta más larga y segura, pero también más complicada.
El accidente
El vuelo, que estaba previsto para continuar el 13 de octubre, se vio nuevamente afectado por las condiciones climáticas en los Andes. Las nubes cubrían las montañas, lo que hacía que la navegación visual fuera imposible. El piloto confiaba en la navegación por radio, pero un error en el cálculo de la distancia a la siguiente radiobaliza en Curicó, Chile, llevó a una serie de decisiones críticas.
El piloto giró hacia el norte demasiado pronto y comenzó el descenso a Santiago mientras la aeronave aún estaba sobre las montañas. Cuando se dieron cuenta de su error, intentaron ganar altitud, pero las turbulencias severas los hicieron subir y bajar. La tragedia se desencadenó cuando la aeronave impactó repetidamente contra las montañas, perdiendo partes cruciales de su estructura.
La investigación oficial concluyó que el accidente fue causado por un «vuelo controlado contra el terreno» debido a un error del piloto. La aeronave finalmente se estrelló en un glaciar remoto conocido como el «Glaciar de las Lágrimas», en la frontera entre Chile y Argentina.
Esta trágica historia dejó una profunda marca en Uruguay y en el mundo. Los sobrevivientes, conocidos como «Los Andes Survivors» enfrentaron condiciones extremas en las montañas y lucharon valientemente por su supervivencia durante semanas. Su historia de resiliencia y supervivencia sigue siendo una fuente de inspiración.
La Tragedia Inicial
En un día que cambiaría sus vidas para siempre, los 45 pasajeros a bordo de un vuelo en los Andes experimentaron un accidente aterrador. Cinco personas, incluyendo al teniente Ramón Martínez, el sargento Ovidio Ramírez, Gastón Costemalle, Jorge «Alejo» Hounié y Guido Magri, perdieron la vida cuando la sección de cola de la aeronave se rompió, arrojándolos a la inhóspita nieve. Dos pasajeros, Daniel Shaw y Carlos Valeta, cayeron del fuselaje trasero; lamentablemente, Valeta no logró sobrevivir a su caída. El impacto del fuselaje contra un banco de nieve también se cobró la vida del Dr. Francisco Nicola, su esposa Esther Horta de Nicola, Eugenia Dolgay de Parrado y Fernando Vázquez. El piloto, Ferradas, murió instantáneamente, y el copiloto, Lagurara, quedó gravemente herido y atrapado en la cabina aplastada.
La Batalla por la Supervivencia
Después del devastador accidente, los 33 sobrevivientes se encontraron en una situación desesperada. Muchos sufrieron fracturas en las piernas debido al colapso de los asientos de la aeronave hacia adelante. A medida que cayó la noche en las montañas heladas de los Andes, la lucha por la supervivencia se volvió aún más desafiante.
Los pasajeros se unieron en un esfuerzo por sobrevivir. Despejaron los escombros y crearon un refugio rudimentario en el fuselaje roto, aprovechando el equipaje, asientos y nieve para cerrar el extremo abierto y protegerse del frío glacial. La inventiva demostró ser esencial, con «Fito» Strauch encontrando una manera de obtener agua en condiciones de congelación, utilizando láminas de metal y nieve para derretir agua. La lana de los asientos se convirtió en una fuente de calor vital, y los cojines de los asientos se transformaron en raquetas de nieve improvisadas.
El liderazgo de Marcelo Pérez del Castillo, capitán del equipo de rugby, se volvió fundamental para mantener la moral del grupo. Sin embargo, las dificultades continuaron. En el noveno día, Nando Parrado despertó del coma para descubrir que su hermana Susana estaba gravemente herida. A pesar de sus esfuerzos por salvarla, ella finalmente sucumbió a sus heridas. Los supervivientes se enfrentaron a temperaturas que bajaron a -30 °C durante las noches, y la mayoría de ellos nunca antes habían experimentado nieve ni altitudes tan extremas.
Con escasos suministros médicos, ropa inadecuada y una falta de alimentos, los pasajeros demostraron una increíble determinación y trabajo en equipo en medio de un entorno hostil y desafiante, luchando contra todas las probabilidades para sobrevivir en las despiadadas montañas de los Andes.
Avalancha mortal en los Andes
Diecisiete días después del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, ocurrido el 13 de octubre de 1972, los sobrevivientes enfrentaron una nueva pesadilla. Aproximadamente a las seis de la tarde del 29 de octubre, mientras dormían en el fuselaje del avión varado en las montañas de los Andes, una avalancha mortal se desencadenó. Esta avalancha, provocada por las condiciones climáticas extremas, sepultó completamente el fuselaje bajo una capa de nieve y escombros. Trágicamente, ocho de los sobrevivientes perdieron la vida en este desastre: Daniel Maspons, Juan Menéndez, Liliana Methol, Gustavo Nicolich, Marcelo Pérez del Castillo, Enrique Platero, Carlos Roque y Diego Storm. Entre los fallecidos se encontraban Marcelo Pérez del Castillo, el capitán del equipo de rugby y líder de los sobrevivientes, y Liliana Methol, quien había asumido el papel de cuidadora de los sobrevivientes «como una madre y una santa».
Esta avalancha fue un golpe devastador para los sobrevivientes que ya habían enfrentado enormes desafíos en su lucha por la supervivencia. La tragedia dejó al grupo atrapado en un espacio extremadamente estrecho dentro del fuselaje enterrado bajo más de un metro de nieve. Además, la avalancha había llenado el fuselaje con nieve, lo que les hizo enfrentarse a la amenaza de asfixia debido a la falta de aire. Las dificultades y desafíos que enfrentaban parecían insuperables.
Lucha por la supervivencia en condiciones extremas
Con una determinación increíble, los sobrevivientes comenzaron a buscar soluciones desesperadas. Nando Parrado, uno de los sobrevivientes, desempeñó un papel crucial al encontrar un poste de metal de los portaequipajes del avión y, con considerable dificultad, logró hacer un agujero en el techo del fuselaje. Este agujero proporcionó una valiosa ventilación, lo que permitió a los sobrevivientes respirar y evitó una posible asfixia.
A pesar de la esperanza renovada, las condiciones seguían siendo extremadamente precarias. Durante tres días, los sobrevivientes se encontraron atrapados en el estrecho espacio dentro del fuselaje enterrado junto a los cadáveres de aquellos que habían muerto en la avalancha. Sin más opciones disponibles, al tercer día, tomaron la decisión desgarradora de comer la carne de sus amigos recientemente fallecidos. Los primos Eduardo y Fito Strauch, junto con Daniel Fernández, asumieron la responsabilidad de recolectar y distribuir esta macabra fuente de alimento entre los demás sobrevivientes. Esta decisión angustiosa se tomó con la esperanza de prolongar su supervivencia en las condiciones hostiles de las montañas.
Antes de la avalancha, algunos de los sobrevivientes habían insistido en que su única oportunidad de supervivencia residía en escalar las montañas circundantes en busca de ayuda. Creían erróneamente que estaban a pocos kilómetros de la civilización chilena debido a una declaración equivocada del copiloto. Sin embargo, la realidad era mucho más sombría: se encontraban a más de 89 kilómetros al este de la civilización, profundamente en los Andes. Las condiciones extremas, como el mal de altura, la deshidratación, la ceguera temporal por la nieve, la desnutrición y las bajas temperaturas durante la noche, hicieron que cualquier intento de viajar una distancia significativa fuera prácticamente imposible.
La odisea del rescate
Con el tiempo, los sobrevivientes se dieron cuenta de que su única esperanza de sobrevivir residía en la búsqueda de ayuda. Seleccionaron a Nando Parrado y Roberto Canessa como los dos miembros más aptos para emprender una expedición en busca de ayuda. Equipados con las mayores raciones de comida y la ropa más abrigada disponible, se aventuraron a caminar hacia el oeste en busca de civilización.
Sin embargo, su viaje no fue menos desafiante. La falta de experiencia en escalada, equipo técnico, mapas o brújulas los puso en una situación extremadamente vulnerable. Durante su odisea, enfrentaron temperaturas extremadamente bajas y condiciones climáticas impredecibles, que pusieron a prueba su determinación y valentía. La falta de comida y la incesante lucha contra el agotamiento eran desafíos constantes durante su travesía.
Finalmente, después de un viaje extenuante, Parrado y Canessa lograron encontrar señales de vida humana y fueron rescatados por un arriero chileno llamado Sergio Catalán. Fue el comienzo de una serie de eventos que llevarían al rescate de los sobrevivientes atrapados en las montañas de los Andes.
Rescate en helicóptero
La noticia del milagroso hallazgo de los sobrevivientes en las montañas desató una avalancha de reporteros internacionales que llegaron a la región en busca de detalles sobre la asombrosa historia de supervivencia. La Fuerza Aérea de Chile proporcionó tres helicópteros Bell UH-1 para llevar a cabo la operación de rescate. Estos helicópteros volaron bajo densas nubes y en condiciones de instrumentos para llegar al área donde Parrado y Canessa habían sido rescatados.
Una vez en el lugar, Parrado asumió un papel crucial al guiar a los helicópteros hacia la ubicación exacta de los sobrevivientes restantes. La complejidad del terreno y las condiciones climáticas adversas hicieron que esta parte del rescate fuera especialmente desafiante. Finalmente, después de una serie de vuelos, se logró llevar a cabo el rescate de los sobrevivientes restantes, quienes habían soportado condiciones extremas durante más de dos meses.
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