Silvia Guassardo: «Mi hotel es como mi casa, y me gusta que la gente se sienta así»

Silvia Guassardo, la propietaria del Hotel Wabi Sabi, nos cuenta sobre su historia, el desafío de transformar un viejo edificio en un hotel único, y su enfoque personal hacia la atención al cliente y la creación de un espacio cálido y acogedor.


El nacimiento del Hotel Wabi Sabi
Cuando Silvia decidió abrir el Hotel Wabi Sabi, el nombre ya tenía una historia detrás. «La verdad es que lo eligió una de mis hijas y me pareció el nombre justo para este hotel que estaba empezando a formarse en mi cabeza», comparte Silvia. La idea surgió mientras pensaba en un concepto que reflejara la transformación del espacio: «La idea era que la gente empezara a hablar del hotel nuevo, no de la clínica vieja», explica. El nombre, inspirado por la filosofía japonesa del «Wabi Sabi», simboliza la belleza en lo imperfecto, lo que encaja perfectamente con su visión de reciclar lugares y darles nueva vida.

Cuando llegó al edificio, las condiciones eran «terribles». El lugar estaba muy deteriorado y aún conservaba la impronta de la antigua clínica. Silvia comenzó a reformar el espacio por etapas, con una primera parte inaugurada después de tres años de trabajo. La apertura, en 2019, marcó el inicio de una aventura que, a pesar de la incertidumbre, creció rápidamente gracias a la demanda de eventos, bodas y fiestas.



El concepto de «Hotel diferente»
El Hotel Wabi Sabi no es un hotel común. Aunque Silvia reconoce que el lugar tiene ciertas limitaciones estructurales, como los baños pequeños en algunas habitaciones, asegura que la gente lo percibe de otra manera: «Es un lugar muy cálido, diferente. La gente se siente como en su casa». La capacidad de adaptación al espacio ha sido clave: «Si hubiera comenzado de cero, habría hecho los baños más grandes y añadido bidet, pero el espacio no lo permite», reconoce. A pesar de estas limitaciones, el hotel ha logrado ofrecer algo único, con habitaciones grandes, bien equipadas y diseñadas desde cero para el confort de los huéspedes.




Un día en la vida de Silvia
Silvia es una anfitriona de tiempo completo. Su día comienza a las cinco y media de la mañana, cuando empieza a preparar los desayunos para los huéspedes que se van temprano. A lo largo del día, gestiona la recepción, prepara y sirve los desayunos, y se encarga de que todo funcione. La jornada culmina con un turno nocturno hasta la medianoche, aunque Silvia está dispuesta a levantarse incluso en horas de la madrugada si es necesario para ayudar a los huéspedes. «Me encanta ser anfitriona. Si alguien me dice que quiere desayunar a las cinco y media de la mañana, me levanto a esa hora para atenderlos», comenta con una sonrisa.



La biblioteca y los eventos culturales
Uno de los aspectos más especiales del Hotel Wabi Sabi es su biblioteca, un espacio que nació casi por casualidad pero que hoy se ha convertido en una de sus principales atracciones. «Empecé con algunos módulos y, sin querer, terminé con una colección de libros que la gente trae con mucho amor», dice Silvia. La biblioteca no solo es un lugar para leer, sino también un centro de cultura y arte. La idea de organizar eventos surgió cuando Fernando Stisin propuso un evento cultural en el hotel, que incluía teatro, música y pintura. Desde entonces, se han realizado muchas actividades similares, lo que ha ayudado a consolidar al hotel como un espacio culturalmente vibrante.


Un lugar donde se comparte más que alojamiento
Lo que realmente distingue al Hotel Wabi Sabi es el ambiente familiar y acogedor que Silvia ha creado. «Mi hotel es como mi casa, y me gusta que la gente se sienta así», afirma. Además de ofrecer un servicio personalizado, Silvia disfruta compartir su espacio con sus huéspedes de una manera muy cercana. En ocasiones, ella misma prepara y sirve tortas y pudines para los eventos. «Me gusta recibir gente y escuchar sus historias. Es lo que más disfruto», comenta.

El impacto de la pandemia
La pandemia presentó desafíos inesperados, pero también mostró el lado humano de Silvia. Durante los primeros días de incertidumbre, ofreció el hotel gratuitamente al hospital local en caso de necesitarlo. Aunque no se utilizó para ese fin, Silvia siguió trabajando incansablemente durante la pandemia, y comenzó a recibir personas en situación de aislamiento, ofreciendo un lugar seguro para aquellos que necesitaban cumplir con la cuarentena. «Me sentí emocionalmente conectada con cada persona que pasó por el hotel durante ese tiempo», dice.

Reflexiones finales
Cinco años después de la apertura del Hotel Wabi Sabi, Silvia mira atrás y se siente orgullosa de lo logrado. «Nunca imaginé que esto sería lo que es hoy. Venía del campo, sin saber nada de hotelería, y ahora tengo un lugar que la gente ama», afirma con gratitud. El hotel ha pasado por muchas etapas, incluyendo la adaptación post-pandemia, pero lo que ha permanecido constante es la dedicación de Silvia a ofrecer un espacio único y lleno de calidez para todos los que lo visitan.

El Hotel Wabi Sabi no solo es un lugar para hospedarse, sino un reflejo de la pasión y el compromiso de una mujer que convirtió un sueño en realidad.
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